lunes, 26 de julio de 2010

To be or not to be... That's not your question!

Me pregunto en qué momento exacto alguien decide que es mejor convertir a otro en una idea, que intentar conocerle.
Es en ese momento exacto, en el que nada de lo que haces tiene ningún significado para el de enfrente. Es en ese momento justo en el que dejas de existir. Y una imagen que casa con las expectativas de otro te sustituye en el universo.
Puede tener sus ventajas no lo niego… Si alguien se enamora de ti, bueno de ese ti en el que no estás tú incluido, siempre estará enamorado (siempre y cuando a ti te valga ese amor) por que nada le hará cambiar de opinión sobre ti (sobre ese ti que no eres tú).
Pero llega a ser desconcertante. Es extraño que alguien te hable y te trate como si fueras alguien diferente de quien eres, nada encaja: ni de lo que te habla, ni cómo lo hace, ni el vocabulario, ni las respuestas que das encajan en la conversación. Si te empeñas en seguir siendo tú y en seguir existiendo, entonces también es desconcertante para quién te ha hecho dejar de existir. Ahora es tu conversación, tus modos, tus respuestas y preguntas las que no encajan… aunque estos prestidigitadores del ser tienen la capacidad de retorcer u obviar la realidad, la sacrifican en aras de su idea y todo arreglado, el desconcierto dura solo unos segundos, de nuevo todo vuelve a su cauce.
Estos asesinos de identidades son doblemente peligrosos. Por un lado te dejan sin ser y te convierten en aquello que no eres, y por otro lado, parecen suaves y dóciles, incapaces de matar una mosca. Sin embargo si algún día te rebelas contra su tiranía y reclamas tu propia identidad, entonces enojados y realmente desconcertados, pensarán que estás completamente enajenado. Que de repente has dejado de ser quién eras, que te has vuelto loco y que no pueden entenderte, quizá alguno te diga que no eres quién conoció o te acuse de haberle engañado deliberadamente pareciendo ser una persona mejor de la que eres.
Solo caben ya dos cosas:
-preguntarse si son conscientes y por lo tanto culpables del homicidio que comenten o son absolutamente inocentes por incapaces
-salir corriendo lo más rápido y más lejos que podamos cuando uno de ellos se nos acerque