domingo, 25 de mayo de 2008

La soledad


-No quiero que tú me escribas nada -intentó sonreír pero no lo consiguió y siguió hablando con tono lloroso-. Yo se lo que tú ves, y tú sabes lo que yo veo pero hay gente que no ve nada y... y... -sollozando, se me arrojó en los brazos.

Ese atardecer, en nuestra calle del East End de Londres, tuve un niño en mis brazos y miré dentro de esa solitaria celda de humanidad. Ningún libro que haya leído, ninguna conferencia han podido enseñarme más que esos momentos. Solitaria es tal vez la celda, pero jamás oscura. No había tinieblas tras esos ojos llenos de lágrimas, sino un deslumbramiento de luz. Y Dios hizo al hombre a su imagen, pero no en la figura, no en inteligencia, no en los ojos ni en los oídos, ni en las manos ni en los pies, sino en esa absoluta interioridad. Allí estaba la imagen de Dios. No es lo que hay de demonio en su condición humana lo que hace del hombre una criatura solitaria, es su semejanza con Dios. Es la plenitud del Bien que no halla salida o no puede encontrar el "otro lugar" que le corresponde, lo que explica la soledad.

(Mr God this is Anna, Fynn)

No hay comentarios: